“Lub dub, lub dub”. El corazón de Joaquín Rodríguez se podía escuchar con nitidez en el silencio que a primera hora de la mañana de ayer invadía el departamento que alquiló en Buenos Aires. Cuando la semana pasada consiguió la entrada para poder ingresar al Monumental, ya latía con frecuencia más intensa. Es que su “locura” por River y la posibilidad de verlo en vivo en la final más importante de la historia del club lo puso en un estado de ansiedad sólo comparable a cuando se dispone a largar una final de la Fórmula Renault Plus, categoría en la que el juvenil tucumano corre.
“Lub dub, lub dub”. El sonido rítmico del corazón de “Joa” se fue mimetizando con los ruidos del ambiente de las cercanías de estadio, cuando a eso de las 10 hizo pie en el lugar. “Fui de los primeros en llegar a la zona y me quedé en un bar a esperar más tranquilo. Cerca de las 13 me fui al vallado. Y 20 minutos después habilitaron el ingreso. Cuando subí a la tribuna del Centenario, vi que era uno de los primeros en instalarme allí. El Monumental se veía majestuoso, listo para recibir lo que apuntaba para ser una fiesta.”
“Lub dub, lub dub”. Un sonido ahora multiplicado por miles. Apuntaba para ser una fiesta, dijo Joaquín. Y lo fue, de alguna manera, en la medida que el público fue completando cada espacio vacío envuelto en los colores que habrían de ser dominantes. Mientras, aplaudían, cantaban, reían, soñaban...
Los sonidos del órgano principal del aparato circulatorio, cuando las válvulas cardíacas se cierran y la sangre fluye, empezaron a apaciguarse cuando pasadas las 16, se anunció que el partido no empezaría a las 17. “Escuchábamos que afuera había algunos problemas con quienes querían ingresar sin entrada, pero de la agresión a los jugadores de Boca no sabíamos demasiado. Después avisaron de otra postergación y nos llegaban noticias de los incidentes que hubo. Para cuando el partido se suspendió pasadas las 19, ya nadie dijo nada por los altoparlantes y nos empezamos a ir, enojados por la situación. Y cuando llegamos a la calle, ya empezamos a ver personas detenidas por disturbios, corridas y policías por todos lados. Yo atiné a alejarme rápido del lugar, encontré un taxi y me fui al hotel.”
“Lub dub, lub dub”. A ritmo más lento, el corazón de Joaquín ya no latía igual que a la mañana. “Fue un embole todo lo que pasó. Encima no sé qué sucederá con el partido. Y después tendré que ver cómo vuelvo a Tucumán, por el paro de aviones de mañana.”
“Nunca me pasó algo así. La situación me dejó sin palabras”, finalizó Rodríguez. Y lo dijo con el corazón.